1. He put me trough hell and I called it love.

El caos en que se había convertido su vida durante las últimas semanas parecía no tener fin, pues cada día llegaban nuevas noticias sobre una tercera guerra mágica, esta vez en América, nuevas responsabilidades que debía cargar sobre sus hombros y aunado a ello, también existía una crisis a nivel personal con la cual no lidiaba correctamente, pues en vez de enfrentar los problemas tal cual correspondía, había dejado eso de lado para concentrarse en el aquí y el ahora, primordialmente en el bienestar de los estudiantes refugiados que veían en Gran Bretaña una posibilidad para escapar, para rehacer sus vidas y si en sus manos estaba el brindar esa oportunidad así lo haría.

Sin embargo, tal esfuerzo no estaba exento de exigencias y sacrificios, de interminables horas trabajando tanto en el ministerio como en casa, obviando otras necesidades en pos de alcanzar alguna solución posible pero no la veía aunque en medio de todo ello, de esa incesante lista de calamidades, había surgido algo bueno, gracias a un hombre que no solamente comprendía su padecer sino que también lo compartía, pues él mismo llevaba el destino de todo un país sometido al peso de sus decisiones y eso en un primer momento los unió pero conforme la convivencia iba sucediéndose, los dos se volvían cómplices, compañeros no sólo de trabajo sino también de vida, surgiendo un cariño mutuo que los mantenía vivos y les daba fuerzas cuando no podían más.

Berkan Demir era el nombre del popular ministro de magia que a últimas fechas, aparecía como un poderoso aliado y compañero en la vida que llevaba Alexandria, sometida como estaba a las exigencias de países en tercer plano cuyos beneficios radicaban en prolongar la guerra pero él, compartiendo además el deseo de establecer la paz en el mundo mágico o no sobrevivirían de otra manera; tales ansias los habían llevado a pasar más tiempo juntos del que pudiera o no haber compartido con alguien tiempo atrás y se sentía bien, como un soplo de aire fresco que además, actuaba como bálsamo para mitigar viejas heridas.

Por primera vez en mucho tiempo, Alexandria se sentía increíblemente bien, podía reír o llorar sin temor a ser juzgada, alguien la quería y además compartía tanto que era increíble y le costaba aceptar que algo así pudiera pasar, pero sucedía, estaba viviéndolo y como tal, pensaba disfrutarlo. — ¿Sabes que es increíble estar contigo? Eres hermosa, inteligente y una excelente diplomática, a mí no se me habría ocurrido jamás cómo dar fin al conflicto de intereses entre Japón y Estados Unidos. — Exclamó el hombre, mientras Alexandria sólo sonreía. Esa noche tenía pensado pedirle que durmiera ahí, que no se marchase como en otras ocasiones y compartieran la cama, pero como siempre sucedía, entre sus planes y las acciones existía un amplio margen, por lo cual las cosas no solían cumplirse con la perfección que ella hubiese deseado.

En esa ocasión, el responsable directo de aquello era Keithan Rowe, el hombre del que ostentaba apellido y su esposo legalmente, si bien en la práctica eran dos extraños más; el capitán de Quidditch, estrella de la selección inglesa, promesa del deporte…

Y el idiota más grande del mundo.

Rowe, al ser el único que conocía bien la contraparte de hechizos defensivos y de seguridad patentados por Green, también era la única persona capaz de acceder a la casa por voluntad propia, por lo cual, no fue raro que sorprendiese a ambos ministros en una situación un tanto… comprometedora. — Keithan Rowe. — Murmuró ella, poniéndose en pie para dar reconocimiento al incómodo invitado. — Creí que habíamos alcanzado un acuerdo respecto a no entrar sin aviso a la propiedad. Incluso lo firmamos ¿O es que acaso lo olvidaste? — Dirigió una mirada a Berkan, que el ministro comprendió de inmediato. — ¿Seguimos analizando el conflicto entre Italia y Francia? Mañana, por supuesto. — Acotó, dirigiéndose entonces al jugador. — Un gusto conocerlo, Rowe. En mi país, es usted una leyenda. — Expresó, tendiendo su mano a manera de saludo.

Breves segundos de tensión después y tras un saludo más bien frío, la pareja quedó a solas, no por voluntad de la mujer. — Lo que sea que necesites, que sea rápido. Y por favor, cumple con lo pactado ¿Quieres? Fue un error confiarte la contraparte de mis hechizos, está claro que no sabes aprovechar nada correctamente. — Murmuró, sin mirarlo todavía.

Con Keithan Rowe | Residencia Rowe | Noche

En un par de embestidas más se deshizo, dejando caer el peso muerto de su cuerpo a un lado de la cama, como si estuviese de pronto hecho de plomo.
El silencio pasó de ser un momento de complicidad compartido a una barrera infranqueable entre Keithan Rowe y Hannah Woodland, que compartían lecho por tercera vez aquella semana sin pretensiones de compartir nada más que eso. Carente de gestos de cariño, Keithan acabó por hacer de tripas corazón y ganar verticalidad. Lo único que le apetecía en aquel instante era estar sólo y, a ser posible, una ducha caliente y una cerveza en el sofá.

En su lugar, su misión era salir de la casa de Hannah cuanto antes posible.

–Déjame adivinar, tienes cosas que hacer –musitó ella, cubriendo su desnudez con la sábana y viendo cómo se vestía.
Rowe frenó sus movimientos para mirarla y por un momento se apiadó de su vulnerabilidad. A la par que se reafirmaba en su teoría: había dejado claro desde el principio que lo suyo era una relación puramente carnal que beneficiaba a ambas partes.

–Sabías que no podía quedarme –sentenció, subiendo la cremallera de sus pantalones y dejando escapar un murmullo a modo de despedida. Su rutina se había convertido en eso: meros contactos físicos que le ayudaban a aliviar su incesante sed de cercanía, que a la vez no parecía saciarse nunca. Buscaba en distintas personas y no lo hallaba, a pesar de aquello, seguía entreteniéndose y divirtiéndose en el proceso.

Con el claro objetivo de recoger una caja al completo de antigua equitación de Quidditch y algún que otro documento oficial que había dejado en lo que había sido su hogar, se dirigió a su apartamento y se aseó y cambió de ropa.


**EDIT**

Con Alexandria Green | Residencia Rowe | Noche